EL LADO OSCURO DEL AMOR: LOS CELOS


“Para que sepan todos a quién tú le perteneces
con sangre de mis venas te marcaré la frente
para que te respeten aún con la mirada
y sepan que tú eres mi propiedad privada"
 
                                                         M.L.O

Celos. Zelos, zeo, hervir. Sentimiento vehemente, apasionado.
Celar. Vigilar.

Los celos consisten en el temor de perder a la persona amada, de ser abandonado por ella. Reflejan falta de confianza en uno mismo, inseguridad y baja autoestima, que llevan a creer que la persona amada en algún momento encontrará a alguien “mejor”.
Se proyectan en el otro los propios miedos e inseguridades internas.

El celoso ama posesivamente, siente que  su partenaire le pertenece, que es  su propiedad privada.
Desea ser todo para el otro, y que el otro sea todo para él, con garantías de exclusividad.
No-quiere-perder lo-que-tiene y considera suyo, a diferencia del envidioso que quiere-tener- lo –que- le- falta y es de otro.

No hay celos sin tres
. Entre dos se interpone un tercero, un rival, real o imaginario (otra persona, el trabajo, un amigo…).
Esta triangularidad recrea la situación edípica infantil, revive el vínculo con los primeros objetos de amor.
Allí está el  orígen de los celos: el niño demanda ser todo para la madre, siente que es “el único”,  y que ambos son Uno,  un todo inseparable. Pero irremediablemente surgirá  la amenaza y el temor  de perder el amor materno a causa de un  rival: el  padre, y luego un  hermano. El niño siente  que es “reemplazado”, “excluído”, que ya no es el único. Surge la ira, la envidia…los celos.

Si éstos y otros procesos edípicos (a los cuales se pueden sumar vivencias de infidelidad entre los padres, experiencias de abandono,  o de preferencia entre hermanos) no son elaborados, dejarán su marca en el inconsciente impulsando la proyección de los celos en los vínculos adultos.

Edipo siempre deja sus vestigios  Por eso sentir celos en pequeñas dosis, de manera transitoria y ocasional es normal. Son celos que no invaden al otro, se respeta la individualidad y el amor no es posesivo.

Los celos son patológicos, en cambio, cuando se vuelven intensos, duraderos y provocan conductas persecutorias, prohibitivas y agresivas.
El extremo es la celotipia, los celos delirantes,  con pérdida del juicio de realidad: la persona vive lo que imagina como algo real, no tiene dudas, su vida gira en torno a sus sospechas, busca constatar la supuesta infidelidad o los actos de seducción de su pareja en todos los hechos cotidianos, interpretándolos erróneamente (certeza delirante). Los celos invaden su psiquis. Investiga, se angustia, acusa, cuestiona, persigue, prohibe,  se obsesiona, se violenta.

Los celos entramados en un delirio muchas veces se convierten en tragedia.
Otelo por creer la mentira de Casio y no dudar, mata a su mujer Desdémona y luego, al saber la verdad, se suicida. Caín que por celos mata a Abel. Y tantas otras historias celotípicas mundanas más.

"El que es celoso no es nunca celoso por lo que vé,
con lo que imagina basta".
Jacinto Benavente

Cuando hay patología, el celoso  protagoniza  como víctima imaginaria una película de traición e infidelidad que se rueda sólo en su pensamiento.

Algunas personas celosas reconocen la exageración de sus emociones, y a pesar de que sus celos no tienen un contenido delirante (ponen en duda sus sospechas), presentan estados elevados de ansiedad y agresividad que no pueden controlar.

Otro es el caso de quien al celar proyecta en su partenaire sus propios deseos de infidelidad reprimidos o consumados. Aquí  quien engaña real o imaginariamente, es quien cela.

En la dinámica de los celos influye el estilo de pareja, la historia subjetiva y la personalidad de cada uno de sus miembros.

La clave son los contenidos inconscientes de cada uno y cómo encajan y se complementan entre los dos, sin que lo sepan.
Una persona puede expresar su molestia ante los celos del otro, y a nivel inconsciente sentirse gratificada  por el hecho de que alguien le demuestre un amor efusivo y tema tanto perderla, satisfacción que puede llevarla a alimentar las conductas celosas.
Algunos eligirán inconscientemente a un partenaire que no se comprometa, otros eligirán uno al cual someterse...También está la mujer histérica, que suele colocarse en el lugar de la excluída, y dramatizar situaciones de celos en las cuales dirige su mirada a una rival (que ella misma desea) convirtiéndola en objeto erótico  para su partenaire, provocando que éste  comience a desear a esa “otra”.
Los ejemplos son infinitos.

Sea cual fuere la personalidad que se pone en juego al celar, el deseo es siempre deseo-del-otro.
Por eso, si la infidelidad se concreta, el tercero en cuestión suele ser alguien que podría ser deseado por el partenaire...o alguien que está cerca.  El triángulo se cierra y así se satisface al Otro del Otro.

Además, la persona infiel puede hacer de puente para las fantasías reprimidas de homosexualidad del partenaire: una mujer que desea a otra a través de un hombre, o un hombre que desea a otro a través de una mujer.

 “Se está siempre celoso de dos personas a la vez:
de quien amo y de quien lo ama.
El rival me interesa, me intriga, me convoca”
Roland Barthes

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