LABERINTO DE DESEO: LA HISTERIA

La histeria desde siempre se da con más frecuencia en mujeres, aunque hoy en día lleva, también, pantalones.

La histérica tiene una máscara. Transforma cualquier lugar en un escenario novelesco, dramatiza. Actúa un personaje: el de una mujer seductora, impactante, ansiada e inalcanzable. Busca ser la protagonista, ser reconocida. Es la ficción en la vida misma, real. Aparenta ser para el otro lo que en verdad no es.

Hace todo para ser mirada, admirada...deseada. Exalta su sensualidad. Se "decora" para exhibirse.

Busca llamar la atención del otro, provocar su deseo, alimentarlo, y una vez que lo conquista, huye...lo deja en suspenso.El mensaje histérico sería "mirame pero no me toques" o "tocame pero no me tengas" e incluso "teneme pero sin que yo me comprometa".

La histérica busca ser el deseo del otro...ser todo para el otro.

Le muestra que sólo ella puede completar lo que a éste le falta (imaginariamente "todo lo que completa" es el falo; y la "falta" es la castración), pero siempre termina haciendo fracasar esta ilusión. Se lo muestra para no dárselo...al final no se entrega.

A la inversa, para que ella se "enamore" debe existir un impedimento. Alguien que no esté del todo, un amor imposible. Sólo así ella puede gozar: anhelando, esperando, desviviéndose por él, sintiéndose insatisfecha...sufriendo.

Incluso a veces se coloca en el lugar de "la excluída", de la "no elegida", en vértice desdibujado de un triángulo (amoroso?). Se siente una "víctima desdichada", reclama, se queja... Si "supuestamente" a ella no le falta nada, se pregunta cómo es posible no ganar el amor de quien ama, qué es lo que tiene La Otra, las otras, la mujer en sí. Se pregunta, ¿qué es ser una verdadera mujer? desde el lado de hombre.  

La intensidad de su sentir, existiría si no fuera ante lo irrealizable? No.
Cuando alguien virtuoso aparece para estar del todo ofreciéndole un amor pleno, un compromiso del ser, ella se fuga. 

Son dos caras de una misma moneda, de un mismo muro: o es ella la inalcanzable, la que seduce y no se entrega a quien la desea o, al revés, el otro es un imposible a quien ella ama porque no lo tiene.  

Desea desear. Hace desear. Goza de no gozar, de un deseo insatisfecho. 

La moneda o el muro es "lo que nunca se hace posible". De ambos lados la esperanza eterna. Una falsa promesa. 

Metafóricamente ella es como la sirena del mito: una mujer que cautiva pero que en el minuto exacto se sumerge debajo de las aguas, cierra sus piernas. En ocasiones tal vez la abre, pero siempre dejando cerrada su intimidad, el ser que no entrega. Si se desviste...lo hará sin desnudarse.  

La histérica va por la vida así, sin saber verdaderamente quién es, qué sexo tiene, qué quiere y si quiere lo que desea.
Ella no es ella, sino lo que imagina que el otro espera.
(De)pendiente de la mirada de éste, no puede mirarse a sí misma. 

Busca un "amo sobre el cual reinar", lo busca para derrocarlo (el amo con mayúscula en su inconsciente, es el padre). 

Goza (fálicamente) mostrándose y creyendo ser "todo lo que completa al otro", "la que tiene poder al seducir", "la que conquista" (algo que es más bien masculino) pero no goza como mujer.

Este malestar de su sexo se hace eco en su cuerpo, un cuerpo muy erotizado pero que no goza a pleno (a nivel genital). Es un cuerpo que habla mientras su ser se cierra, y la verdad en su interior permanece callada. Suele hablar enfermándose (otra manera de llamar la atención). El dolor interno, silenciado, se convierte en síntoma físico e incluso sexual ( como la frigidez, el placer anestesiado). El origen no es orgánico.

La causa, el conflicto, está en su inconsciente. No hay en la histeria una estrategia pensada, un "querer jugar tiránicamente", no es por capricho que no se entrega. Su máscara disfraza un dolor, esconde detrás un temor: perder lo que cree ser, lo que la hace "completa" (imaginariamente) para el otro, lo que le dá "poder" ya que, si lo perdiese, dejaría de ser "codiciada"...dejaría de ser. Por eso tan sólo lo muestra, se muestra.

Y al revés: también por temor es que elige amores irrealizables o carentes.

Al buscar siempre la insatisfacción de su deseo impide, precisamente, aquello a lo que el deseo conduciría si fuera satisfecho: el goce absoluto, pleno. Eso es lo que teme alcanzar y lo que, al mismo tiempo, preserva. Se preserva ella.  

"Femme fatale" que en-cubre la "fa (l) talidad" atribuída a lo femenino.

La femenidad es un misterio, la mujer es un enigma. Hay en ella una ausencia (de pene), un agujero, un vacío, un "no-toda". No tiene un símbolo. Es irrepresentable. Es lo que fascina y abisma a la vez.

Las mujeres lo enmascaran, lo maquillan, lo visten... "¿Qué me pongo?" (¿Qué velo busco?) es una pregunta histérica. Pero una mujer histérica vá más allá: Ella misma, toda, cree ser "eso" que no tiene, y es "eso" lo que hace lucir al lucirse (con su máscara cree ser el falo por no tener pene). Teme entregarlo, entregarse...desintegrarse. Ya que gozar como mujer implicaría dejar caer el velo y que el vacío sea atravesado.

Cuerpos etéreos. Hendiduras disimuladas del ser.
Bellezas endiosadas, impenetrables.
Reinas adoradas. Don Juanes codiciados. Ángeles caídos.
Amantes que aman lo que no tienen.
Devotos, cómplices por elección.
Histerias-sin-historias. Deseos en un laberinto...sin salida. 
"Senti-mientos".
Parecer-sin-ser. Apariencias. Vacuidad moderna.
El amor y su esencia de engaño:
"Dar lo que no se tiene a quien no es".

La sexualidad y los conflictos... las neurosis. No sólo histéricas. También fóbicas y obsesivas. La infancia como orígen. El complejo de edipo y el de castración: marcas latentes que determinan identidades, modos de elegir, de posicionarse, de defenderse de las verdades internas, de la angustia de aquello que es preferible ignorar, evitar, desplazar...velar. Marcas que trazan modos de ser hombre o de ser mujer más allá de la anatomía.

Significantes que copulan a través de la piel.

Obstáculos internos, "fantasmas", que impiden "desear a quien se ama y amar a quien se desea" , entregarse sin fugarse, aceptar la "falta", lo que se pierde a cambio de ganar una pareja en el justo equilibrio de ser-dos.

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